No son buenas.

No son buenas. No son malas. Ni siquiera son hedonistas, sencillamente son voluntad pura y hacen lo que quieren, cuando quieren, donde quieren, con quien quieren y como quieren. Estas son las ginoides, quienes, pese a que lo soso de su nombre parece indicar lo contrario, han pasado por mucho hasta llegar a ser lo que son.

El primer punto de inflexión en mi entonces todavía inexistente vocación artística fue a los cinco años, cuando vi Metropolis de Fritz Lang. La versión con la banda sonora de Giorgio Moroder que, digan lo que digan los estirados de mierda... quiero decir, entendidos del Séptimo Arte, es la polla y mejor que el corte y la banda sonora original, y estoy dispuesta a pelearme a navajazos en un callejón con quien haga falta para defender mi postura. El caso es que ahí vi por primera vez al amor de mi vida, mi quimera, esa Idea platónica de ginoide que de alguna forma el Demiurgo consiguió trasladar al mundo sin más imperfección que la materia de que estaba hecha: Futura. No se si te has dado cuenta, querido lector, pero me gusta mucho Futura. Su diseño genial, en mi opinión. No ha habido ni habrá ginoide más perfecta (otra afirmación que defendería a navajazos en un callejón). El caso es que Futura a perturbado mi necrosado corazoncito de muchas formas a lo largo de mi vida, en especial como creadora. A los diecisiete empecé a escribir una fallida e inacabada novela de ciencia ficción donde necesitaba de un ejército de ginoides que tenían un papel importante en la trama. Bueno, miento, eran una trama secundaria pero es que yo como narradora tengo un problema para distinguir tramas secundarias de principales. En cualquier caso, siempre me ha gustado dibujar a mis personajes para poder tener una idea más clara de cómo son, de ahí que esté dando el salto poco a poco de la novela tradicional a la novela gráfica actualmente. Mis ginoides eran una copia mala de Futura. Las rediseñé mil veces, siempre intentando imitar su magnificencia y siempre fallando miserablemente. Al final, cuando abandoné el proyecto, acabé abandonando los eternos rediseños de las ginoides y a las ginoides en sí también.

Allá por 2017 empecé a hacer intentos de ilustración de moda. Como apasionada de la ropa y fetichista, además de persona de inquietudes artísticas, supongo que era inevitable. Una cosa que nunca me ha gustado del mundo del figurinismo es la tendencia a la abstracción. Sí, los bocetos de moda muchas veces son dinámicos con esas líneas que insinúan la figura, pero me da pena la pérdida de detalle en la prenda en favor de esa frescura en la línea. Así que procuré mantener la mayor información de las prendas que pudiera en cada momento, pero sí ideé una forma de abstraer el rostro para que encajaran mejor dentro de las tendencias en figurinismo que conocía. Tenía por casa un frasquito de Organza de Givenchy, pertenecía a una colección de fascículos de finales de los 90, y desde bien mocosa me tenía enamorada la tapa, así que fue mi principal inspiración. Hice unos pocos figurines y luego lo dejé, como hago prácticamente con todo en mi vida.

Llega 2019. Siempre he sido muy fan del punk en general y del sufijo -punk en particular. Cyberpunk, Steampunk, Dieselpunk, Steelpunk… y en aquella fecha me enteré de que existía el Nowpunk. Tras varias reflexiones un tanto superficiales y llevada por mi interés en la moda, resolví que una parte importante del mundo en que vivimos ahora se debe a personajes como Margaret Thatcher. No voy a entrar en si gracias a ella el mundo es mejor o va de putísimo culo, pero es innegable que marcó la historia. El caso está en que todas las utopías y distopías bajo el paraguas del sufijo -punk se caracterizan por tener una estética inconfundible como base de su existencia y, naturalmente, la indumentaria tiene una importancia capital en el desarrollo de estos universos alternativos. De ahí que empezara a hacer figurines para esta derivación del Nowpunk, el Thatcherpunk, y para ello simplifiqué a Margaret Thatcher. El rostro de mis figurines cambió de los antiguos a estos sencillamente porque en el momento en que hice el primero de la colección no recordaba cómo los hacía y cuando comprobé cómo los hacía antaño ya era tarde para cambiar el diseño, ya llevaba como diez o quince.

Del Thatcherpunk, o de la asociación de estos seres con Margaret Thatcher, a día de hoy ya no queda prácticamente nada. Solo una novela gráfica ambientada en ese universo en la que estoy trabajando en la actualidad, pero por lo demás está abandonado. Solo quedaron estos serecillos huérfanos de historia y sentido que se dedican a hacer todo lo que quieren para su disfrute y, de paso, el nuestro (aunque a ellas se la suda muchísimo si nos gustan o no). No son Futura, no son perfectas ni particularmente hermosas, no son La Ginoide, pero sí son las ginoides.

Mis ginoides. Por ahora, con eso me basta.